Con la entrada en vigor de la nueva etapa de la “ley antitabaco”, porque otra etapa es de la que debe ser la primera ley que se aplica por pasos, vuelve a la calle y, sobre todo a las tabernas, el debate de la libertad individual frente a la libertad comunitaria o social, un debate evidentemente bastante velado, pues todos sabemos que cosas de más altura que un gol en fuera de juego no son debate habitual en España, pero debate al fin y al cabo, y es que al menos alguien se pregunta por la libertad en un sistema tan “democrático” como el nuestro, al menos se respira una cierta preocupación por la situación de la libertad en nuestro país.
No deja de ser triste que tenga que ser un tema como el susodicho del tabaco en los locales públicos cerrados, el que levante los ánimos de los españoles, tan acostumbrados a aceptar todo lo que les venga impuesto desde el poder, pero al menos la discusión se ha presentado, ¿significa eso un asomo de rebelión entre el conservador pueblo español? ¡ojalá!, pero no lo creo. Al fin y la postre, se impondrá el atroz egoísmo en que nuestra sociedad vive, al final cada cual intentará buscarse su solución y, probablemente, la encontrará.
Y es que esta anécdota del tabaco, que no creo que sea más que eso, una pequeña anécdota dentro del pandemonium nacional, me ha vuelto a recordar un debate de más profundidad y que sigue ahí desde hace bastante tiempo: no es otro que la disyuntiva seguridad vs libertad, ¿es una sociedad más segura una sociedad más libre? ¿acaso es incompatible la libertad con la seguridad? ¿estamos dispuestos a perder derechos individuales para preservar otro derecho individual como la libertad? ¿se aprovechan los poderes, sobre todo desde el 11-S, del miedo a la inseguridad para socavar las libertades individuales? ¿procede la pérdida de libertad, de intimidad, para sentirnos más seguros? Y muchas preguntas más que pueden surgir de tan delicado tema. Mi postura la tengo clara: no se puede perder la libertad en beneficio de la seguridad, porque esa misma pérdida de libertad genera inseguridad, sobre todo inseguridad moral o intelectual y yo prefiero esta a que me rompan el espejo lateral del coche.
Prohibiciones de toda clase, escáneres que despelotan en los aeropuertos, cámaras de seguridad por toda la ciudad, cámaras y camaristas que te vigilan en los estadios, policías y guardias de seguridad por doquier, porteros rumanos que te avasallan en cualquier taberna nocturna, restricciones y censura en los medios de comunicación, identificaciones policiales aleatorias (¡ay del sacrosanto derecho a la presunción de inocencia!), restricciones a los derechos de reunión y manifestación, y un largo etcétera de ataques contra la libertad en nombre de la seguridad, ataques a los que nos hemos acostumbrado, tan acostumbrados como que estamos en estado de alarma y todos tan tranquilos. Pero yo, ni me acostumbro ni quiero acostumbrarme a ser vigilado constantemente, a ser constante objeto de observación de los poderes policiales y políticos.
Entre la “ley del más fuerte” y la “ley de la Unión Soviética”, hay todo un mundo, y en ese mundo cabe una comunidad humana segura y libre, en la cual no tenemos que renunciar a la libertad para ganarnos la seguridad.
Como siempre, los poderes temen, temen al pueblo y lógicamente, temen por su seguridad y por su libertad si al pueblo se le conceden ambas cosas, pues concederle al pueblo seguridad y libertad, significa haberle concedido antes educación, significa haber conseguido antes un pueblo desarrollado moral e intelectualmente y eso, eso no es bueno para el poder, porque el pueblo que se siente libre y se siente seguro pedirá algo más y no permitirá los abusos que constantemente se producen contra él.
Un pueblo desarrollado, educado, con valores espirituales y humanos, jamás será un pueblo inseguro y será un pueblo libre, y no hablo de la Utopía de Tomás Moro, ni de sociedades idílicas, hablo de una sociedad en la existirá el crimen y la violencia (tan inherentes al ser humano), pero dentro de unos límites que la comunidad misma sabrá imponer. Comunidad que sabrá imponer sus normas, que sabrá apartar al que la perjudica sin necesidad de perder su preciada libertad, que sabrá apartar al parásito, al ladrón y al criminal y no los encumbrará al Olimpo de la fama televisiva o gubernativa como actualmente vemos sucede.
Y es ahí a donde tenemos que ir, es ahí a donde tenemos que dirigir los recursos: a la prevención, y no hay mejor prevención que la educación y la vuelta a los valores humanos.
No por más policía que tengamos, no por más leyes prohibitivas que se dicten, no por más restricciones a la libertad que se impongan vamos a ser más seguros, pero si seremos menos libres. Y lo podemos comprobar mirando las estadísticas de delincuencia en España, y es que pese a todo, pese a la creciente presión policial y pese a las restricciones sociales la delincuencia, la inseguridad no decrecen, y si no suben más lo más probable es que se deba a que no salimos a ciertas horas, no vamos a ciertos sitios, no dejamos solos a nuestros seres queridos, si no suben más es porque tenemos miedo sin ser más libres.
Fernando, de la MNF
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